También conocida como la Primera Enfermedad, está ocasionada por el Virus del sarampión (paramixovirus), con el hombre como único reservorio de este. Es de distribución universal y más frecuente en invierno y primavera.
Antes de la administración generalizada de la vacuna, cada año se producían 135 millones de casos de sarampión en el mundo y 7-8 millones de fallecimientos. En la actualidad, siguen produciéndose unos 46 millones de casos anuales, reduciéndose el número de fallecimientos a 610.000 al año. De estos, el 50% tiene lugar en África, debido a las bajas coberturas vacunales de este continente, sumado a las situaciones de malnutrición, muy frecuentes y graves.
Pero ¿qué ocurre en nuestro país?
Hoy en día, su incidencia ha disminuído en España gracias a la vacunación sistemática que ha supuesto una alta tasa de cobertura vacunal. Aun así, se producen pequeñas epidemias ocasionales, entre otros motivos por casos importados.
Antes de la introducción de la vacuna se producían entre 100.000 y 300.000 casos anuales, mientras que el año 2001 se declararon sólo 53 casos, de los cuales 11 fueron importados. Sin embargo, estas cifras han variado en los últimos años. Ya en el primer semestre de 2019 se han comunicado 224 casos, superando sólo en un semestre todos los casos que se presentaron en 2018. De estos casos declarados, el 88% han sido importados de otros países en lo que las tasas de vacunación no son las adecuadas.
La vacunación contra el Sarampión se inició en nuestro país en 1968 mediante una campaña de vacunación frente al sarampión en 11 provincias españolas, vacunándose a niños con edades comprendidas entre los 9 y los 24 meses. Pero es en 1978 cuando se implantó de manera generalizada la vacuna del sarampión monocomponente a los 9 meses de edad. En 1981, se comienzó la vacunación con la triple vírica (sarampión, rubeola, parotiditis), administrándose la primera dosis a los 15 meses (en vez de a los 9 meses).
¿Qué debemos saber sobre el sarampión?
Tiene un periodo de incubación de unas 2 semanas aproximadamente y su transmisión se produce a través de la tos, el estornudo y gotitas de Pflügge, es decir, por mecanismo directo, ya que el virus tiene muy poca resistencia a los agentes externos.
Las personas que padecen sarampión son contagiosas desde los 5 días previos al inicio del exantema y hasta 4 días después de la aparición de éste. El periodo de mayor riesgo de contagio corresponde al estadio invasivo o catarral, cuando la tos y la rinitis están en su apogeo, puesto que las secreciones de las mucosas inflamadas permiten transmitir el virus. El padecer la enfermedad proporciona inmunidad de por vida.
La infección por el sarampión cursa en 4 fases clínicas:
– Periodo de incubación (7-21 días): asintomático en la mayoría de los casos.
– Periodo prodrómico o catarral (3-5 días): lo más característico de este periodo es la aparición de las llamadas manchas de Koplik (manchas de color blanquecino sobre una base roja, cerca del segundo molar), que desaparecen en pocas horas. También hay síntomas catarrales, conjuntivitis y tos seca. Es la fase con más alta tasa de contagiosidad.
– Periodo exantemático (4-6 días): la fiebre llega a la máxima intensidad y empeoran los síntomas. Aparece una erupción cutánea generalizada que se inicia en la cabeza y se dirige hacia los pies (desapareciendo en 3-4 días en el mismo orden). Y el periodo de descamación que no afecta a las palmas ni plantas.
No existe tratamiento específico, por lo que su tratamiento se orienta hacia paliar la sintomatología clínica (antipiréticos, higiene y líquidos entre otros). Lo más importante es por tanto su prevención, lo que se consigue mediante la inmunización activa con la vacuna en la edad pediátrica (también se puede emplear post-exposición en menos de 72 horas tras el contacto).
Hasta en un 30% de los casos tienen lugar complicaciones. Las más frecuentes derivan de una sobreinfección bacteriana (otitis y bronconeumonías, por ejemplo). Aunque, las más relevantes ocurren por afectación del sistema nervioso central, siendo la meningoencefalitis sarampionosa y la encefalitis aguda las complicaciones más graves, debiéndose la última a un mecanismo de autodefensa del cuerpo (inmunológico). La mortalidad se produce en 1-3/1000 casos.
Dado que la vacunación es la única forma de prevención eficaz, debemos saber que, aunque hace algunos años se creía que si eras alérgico o no habías comido huevo antes de la administración de la vacuna no se debía poner, se ha determinado que no existe contraindicación alguna en los alérgicos al huevo y no es necesario haber ingerido huevo con anterioridad a su administración. Únicamente no se podrá administrar si se ha tenido una reacción alérgica grave con una dosis anterior o con algún componente vacunal o en mujeres embarazadas o ciertas personas inmunodeprimidas.
Además, debemos tener muy claro que está ampliamente demostrado que no existe ninguna relación entre la vacunación del sarampión y el autismo infantil.